domingo, 8 de julio de 2007

ANN SULLIVAN, UN LUGAR DIFERENTE PARA GENTE MUY ESPECIAL.



Liliana Mayo directora del Centro Ann Sullivan

Dicen que el que persevera por cumplir sus sueños logra que se hagan realidad. Liliana Mayo puede dar testimonio de eso. Comenzó su labor en 1979 en el garaje de su casa, junto a sus padres y algunos colegas, atendiendo inicialmente a ocho niños con habilidades diferentes (autismo, retardo mental, síndrome de Down, parálisis cerebral entre otros). Como resultado de un esfuerzo inquebrantable, hoy en día trabaja con más de 300 personas en su nuevo local de San Miguel.


En el Perú existen 3´000,000 personas con limitaciones cognitivas y físicas y sólo son atendidos 28,000. La misión del Centro Ann Sullivan es marcar una diferencia en la vida de las personas con habilidades diferentes y de sus familias en el Perú y en el mundo.


El es Diego, tiene Sindrome de Down y cada día aprende a ser un niño
muy independiente

La calidad de la enseñanza del CASP (Centro Ann Sullivan del Perú) es reconocida a nivel mundial, es la base para 9 programas en el mundo, incluyendo Argentina, Brasil, España, Chile y otros, que han implementado su modelo de educación. El CASP cuenta también con 15 consultores internacionales que aportan a la educación de los alumnos peruanos.


Pero, ¿Cuál es la razón por la que este lugar es tan especial? muy fácil de entender pero bastante complicado de aplicar. En este colegio, los padres y profesores, luchan día a día contra la sobreprotección, la subestimación y la incomprensión del mundo. Los especialistas se convierten durante unas horas en los padres de niños y jóvenes con síndrome de Down, autismo o retardo mental. Muchos de los profesores han recibido más de una vez golpes o escupitajos de sus alumnos y jamás se han inmutado porque una sola reacción puede convertirse en un estimulo positivo o negativo para ellos.

La escuela de padres es fundamental en el avance de los alumnos

En este lugar se prepara a “niños con dificultades” para que en el futuro se conviertan en jóvenes productivos, capaces de adquirir un trabajo, no por su condición, sino por sus aptitudes. Y valla que han tenido resultados, este año 8 de nuestros alumnos cumplen 10 años consecutivos de trabajo en la empresa Peruana Wong, que es una empresa líder en nuestro país y esto es motivo de orgullo porque algunos de ellos tienen autismo severo pero están trabajando y manteniendo a su familia. Muchas veces sus padres por el alto índice de desempleo no tienen trabajo y son sus hijos con habilidades diferentes los que están apoyando económicamente. Actualmente tienen 90 personas con habilidades diferentes trabajando en 26 empresas y cada día son más las empresas que quieren contratar personas con habilidades diferentes porque ven en ellos un recurso humano que trabaja, lo hace bien, pide más trabajo, no pierde el tiempo en chismes y es leal a la empresa.

UNA NOCHE INOLVIDABLE


Recuerdo que era noviembre del 2001, yo tenía 15 años y moría, por ir a una fiestita en el “cole”, ese mismo día mi hermano tenía planeado ir a un súper concierto de punk, y yo estaba a punto de malograrle la noche. Iván, mi hermano mayor, tenía 16 años y mi papá le dijo que me acompañe a esa fiesta. En ese instante, ambos nos miramos con un profundo gesto de rencor y sin decir palabra alguna salimos de casa.

Cuando estábamos por llegar al lugar donde se realizaría, mi tono monse, así le decía mi hermano a la fiesta que yo esperaba hace muchos días, Iván se detuvo y me dijo: “pucha Diana tengo que ir a esa tocada, si me quedo te voy a malograr la noche y te voy a odiar de por vida, mejor yo me quito, te vengo a buscar luego y no pasó nada”; mis ojos brillaron de alegría y no tardé un segundo en aceptar. Quedamos en encontrarnos a las dos de la mañana en la puerta del colegio.


Me acercaba a la entrada cuando de pronto vi, al que en ese entonces era mi enamorado, acariciando sospechosamente a una mocosa de segundo año, yo, como era obvio, solo quería que un trailer pase sobre ambos y deseaba ansiosamente no haber llegado a ese lugar. Di media vuelta y busqué a Iván con los ojos al borde de las lagrimas, no lo alcanzaba a ver así es que corrí hacia una esquina para alcanzarlo y decirle que quería ir a casa. Cuando por fin lo encontré no me atreví a contarle lo que sucedía y solo le dije que por culpa suya no había alcanzado entradas. Ambos teníamos la noche libre y a mi no me quedaba otra que ir a ese bendito concierto Punk.

Tomamos un taxi rumbo a la avenida Bertello en Pueblo libre, yo traía puesto un jean y una chompita rosada, Iván me miro de pies a cabeza y en tono burlón me dijo: “ ponte esto ya” dándome su polera negra de Black sabbath, me negué rotundamente a ponerme semejante atuendo.


Al llegar a la puerta del lugar donde se llevaría a cabo el concierto, observé minuciosamente a cada uno de los personajes que esperaban ansiosamente por ingresar a escuchar a su banda favorita. Recuerdo que los chicos lucían cadenas que colgaban de sus correas, pins de sus grupos preferidos y morrales con parches de estrellas rojas; las chicas, traían las puntas de los cabellos teñidas de rojo, azul o morado, eso si y sin importar el genero, todos llevaban unas zapatillas All Star recontra gastada.


Cuando por fin ingresamos sonaba “una noche sin ti” de Metadona, el lugar estaba casi oscuro y solo alumbraban las luces del escenario, los encendedores y cigarrillos de la fanaticada. Al oír ese tema mi hermano corrió en dirección al escenario y se puso a dar vueltas junto a un grupo que formaba algo parecido a una ronda. Todo era muy extraño para mi, pero la necesidad de aceptación de todo adolescente me obligó a actuar con mucha naturalidad y movía los labios como si la letra de los temas estuviese grabada en mi mente, nada más falso.

Esa noche tocaron los que serían mis grupos favoritos en lo que me quedaba de la etapa escolar: Estuvieron 6 Voltios y claro que tocaron “ Ese huirito”, los Dalevuelta se hicieron presentes con “Simplemente Punk”, Leuzemia, con “Al colegio no voy más” y Diasepunk con “NID”.

Estaba observando algo sorprendida a un chico de mi edad que se fumaba un “tronchito” de marihuana, cuando escuche a un hombre de casi dos metros gritar “¡esto se llama por hablaaaaar!. Era la legendaria banda Por Hablar y ese era su último concierto. Fue el mejor momento de la noche, toda la gente se acercó al escenario y empezó a corear sus canciones. A pesar de mi profundo deseo de inclusión hasta ese momento no me atrevía a unirme al gran pogo que hace ratos se había formado, cuando de pronto y después de casi dos horas, Iván , se acercó a mí, me jaló de las manos y pude estar en medio de esa multitud gritona, sudorosa y eufórica que saltaba, corría y cantaba como si el mundo se terminase al amanecer.


El concierto terminó y al salir parecía que cada uno de los fanáticos hubiese dejado el alma dentro del local, todo era muy distinto, hasta yo me sentía así. A pesar de la gran cantidad de gente que había asistido, la bulla del silencio era evidente.

Al observar el reloj comprendí que no solo había dejado el alma en ese local de la avenida Bertello, si no es que también la vida, eran las cuatro de la mañana y mis padres me matarían al llegar a casa.