Cuando estábamos por llegar al lugar donde se realizaría, mi tono monse, así le decía mi hermano a la fiesta que yo esperaba hace muchos días, Iván se detuvo y me dijo: “pucha Diana tengo que ir a esa tocada, si me quedo te voy a malograr la noche y te voy a odiar de por vida, mejor yo me quito, te vengo a buscar luego y no pasó nada”; mis ojos brillaron de alegría y no tardé un segundo en aceptar. Quedamos en encontrarnos a las dos de la mañana en la puerta del colegio.
Me acercaba a la entrada cuando de pronto vi, al que en ese entonces era mi enamorado, acariciando sospechosamente a una mocosa de segundo año, yo, como era obvio, solo quería que un trailer pase sobre ambos y deseaba ansiosamente no haber llegado a ese lugar. Di media vuelta y busqué a Iván con los ojos al borde de las lagrimas, no lo alcanzaba a ver así es que corrí hacia una esquina para alcanzarlo y decirle que quería ir a casa. Cuando por fin lo encontré no me atreví a contarle lo que sucedía y solo le dije que por culpa suya no había alcanzado entradas. Ambos teníamos la noche libre y a mi no me quedaba otra que ir a ese bendito concierto Punk.
Tomamos un taxi rumbo a la avenida Bertello en Pueblo libre, yo traía puesto un jean y una chompita rosada, Iván me miro de pies a cabeza y en tono burlón me dijo: “ ponte esto ya” dándome su polera negra de Black sabbath, me negué rotundamente a ponerme semejante atuendo.
Al llegar a la puerta del lugar donde se llevaría a cabo el concierto, observé minuciosamente a cada uno de los personajes que esperaban ansiosamente por ingresar a escuchar a su banda favorita. Recuerdo que los chicos lucían cadenas que colgaban de sus correas, pins de sus grupos preferidos y morrales con parches de estrellas rojas; las chicas, traían las puntas de los cabellos teñidas de rojo, azul o morado, eso si y sin importar el genero, todos llevaban unas zapatillas All Star recontra gastada.
Cuando por fin ingresamos sonaba “una noche sin ti” de Metadona, el lugar estaba casi oscuro y solo alumbraban las luces del escenario, los encendedores y cigarrillos de la fanaticada. Al oír ese tema mi hermano corrió en dirección al escenario y se puso a dar vueltas junto a un grupo que formaba algo parecido a una ronda. Todo era muy extraño para mi, pero la necesidad de aceptación de todo adolescente me obligó a actuar con mucha naturalidad y movía los labios como si la letra de los temas estuviese grabada en mi mente, nada más falso.
Esa noche tocaron los que serían mis grupos favoritos en lo que me quedaba de la etapa escolar: Estuvieron 6 Voltios y claro que tocaron “ Ese huirito”, los Dalevuelta se hicieron presentes con “Simplemente Punk”, Leuzemia, con “Al colegio no voy más” y Diasepunk con “NID”.
Estaba observando algo sorprendida a un chico de mi edad que se fumaba un “tronchito” de marihuana, cuando escuche a un hombre de casi dos metros gritar “¡esto se llama por hablaaaaar!. Era la legendaria banda Por Hablar y ese era su último concierto. Fue el mejor momento de la noche, toda la gente se acercó al escenario y empezó a corear sus canciones. A pesar de mi profundo deseo de inclusión hasta ese momento no me atrevía a unirme al gran pogo que hace ratos se había formado, cuando de pronto y después de casi dos horas, Iván , se acercó a mí, me jaló de las manos y pude estar en medio de esa multitud gritona, sudorosa y eufórica que saltaba, corría y cantaba como si el mundo se terminase al amanecer.
El concierto terminó y al salir parecía que cada uno de los fanáticos hubiese dejado el alma dentro del local, todo era muy distinto, hasta yo me sentía así. A pesar de la gran cantidad de gente que había asistido, la bulla del silencio era evidente.
Al observar el reloj comprendí que no solo había dejado el alma en ese local de la avenida Bertello, si no es que también la vida, eran las cuatro de la mañana y mis padres me matarían al llegar a casa.
1 comentario:
Linda crònica de juventud. Muy bueno. Esa es la Diana que debe figurar màs.
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